El Economista
A la desarticulación que el presidente viene haciendo de los órganos autónomos se agrega la dócil actitud de quienes han llegado por la vía de la designación de Palacio Nacional, tal vez el mayor oprobio lo encabece Olga Sánchez Cordero, como secretaria de gobernación y ahora desde la presidencia del senado; pero no menos la presidenta de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, Rosario Piedra Ibarra y en días recientes las dos ministras de la Suprema Corte de Justicia, Ana Margarita Ríos Farjat y Yasmín Esquivel Mossa, quienes con sus decisiones han tratado de complacer a quien las llevó a la posición que ostentan.
Por supuesto que también los hay entre los hombres del presidente, de manera destacada el Fiscal General de la República, Alejandro Gertz Manero, quien igual le da trato VIP a Pío López Obrador que se reporta en la mañanera con un jugoso cheque con fondos de los trabajadores afiliados al Infonavit.
Con explicaciones propias, ahora sí que de litigantes huizacheros diría el clásico, están el presidente de la cámara de diputados, Sergio Gutiérrez, dirigentes y representantes de Morena, quienes han incurrido en acciones contra la democracia, la libertad y las leyes, bueno hasta el presidente les corrigió la plana.
La lista se extiende a los consejeros electorales que se opusieron a la propuesta de posponer la fecha para la revocación de mandato y, que se entienda, la propuesta nunca fue suspender el proceso, porque hasta la fecha se han respetado los tiempos, el siguiente paso lo dieron las citadas ministras quienes aceptaron el trámite de la controversia presentada contra el INE por el ejecutivo federal.
Hay posiciones de privilegio en múltiples actividades de la vida pública, representan la oportunidad de pasar a la historia por su desempeño: la presidencia de la república, una gubernatura o una presidencia municipal para los políticos; la Corte, la Fiscalía, una procuraduría para los abogados; secretarías de estado para determinados especialistas, la rectoría de una universidad, y, desde luego, encabezar órganos autónomos como el Banco de México, la CNDH, el INEGI, el INE, entre otros.
Se supone que al ser humano dedicado a la función pública lo compensa, sobre todo, su legado histórico, Ernesto Zedillo logró pasar a la historia como el mandatario que dio paso a la transición, resistió las presiones de quienes lo querían convencer de no reconocerle la victoria a Vicente Fox.
La discreción de Miguel de la Madrid lo llevó al Fondo de Cultura Económica, donde pasó la última parte de su carrera.
Independientemente de su desempeño en la presidencia hubo mandatarios que añadieron marcas desafortundas, Díaz Ordaz como embajador de México en España; la huelga de hambre de Carlos Salinas de Gortari o los desfiguros sociales en que ha incurrido Enrique Peña Nieto.
Con el respeto que merece la memoria del doctor Jorge Carpizo McGregor, su desempeño en la Corte, en la UNAM, en la Comisión de Derechos Humanos recibió amplios reconocimientos, no así su paso por Gobernación o por la PGR. Diría el poeta, no todos los caminos son para todos los caminantes.
Al presidente no se le dice que no, es un lugar común, cierto o falso, eso ha propiciado que personajes incompetentes ocupen posiciones para las que no están preparados, pero también ocurre que algunos bien calificados, con las credenciales y galardones suficientes sucumben ante una lealtad mal entendida porque cuando están en el puesto no entienden que por encima del presidente está el bien de la nación que tiene reservado el pase a la historia para quienes cumplen con la patria por encima de falsos redentores.