La lucha por el poder en un país que fue envenenado por un populista irresponsable, puede conducir a una guerra civil en 2024.
MIAMI, FL.- Viene un año difícil, pero con una “buena noticia”: será menos tempestuoso que 2023 y mucho menos que 2024.
La lucha por el poder en un país que fue envenenado por un populista irresponsable, puede conducir a una guerra civil en 2024.
Es una posibilidad indeseable, pero existe.
Posibilidad remota, tal vez, pero no es exageración.
No fue exagerado publicar en esta columna el 6 de enero del año pasado, que “hoy es el putsch (golpe) de Trump” en Estados Unidos.
Así ocurrió. Y no puede descartarse una guerra civil en el horizonte de este país. Suena absurda una posibilidad así porque, a pesar de todo, Estados Unidos está en calma.
Pero es obvio que “el músculo duerme, la ambición trabaja”, como dice el tango Silencio, escrito a raíz del fin de la Primera Guerra Mundial por Carlos Gardel (con la disculpa de los cultos que preferirían otro tipo de citas).
Poco antes de Navidad, tres respetados generales en retiro publicaron un artículo en The Washington Post en el que advierten que el Ejército de este país no ha aprendido la lección del 6 de enero, y se dibuja la posibilidad de la guerra civil en 2024.
Los generales Paul D. Eaton, Antonio Tabuga y Steven Anderson, todos con más de 30 años en el Ejército, piden que “los militares deben prepararse para una insurrección en 2024″.
Textual: “Todos nosotros, exfuncionarios militares de alto rango, estamos cada vez más preocupados por las secuelas de las elecciones presidenciales de 2024 y el potencial de un caos letal dentro de nuestro Ejército, que pondría a todos los estadounidenses en riesgo severo… En resumen: estamos helados hasta los huesos ante la idea de que un golpe tenga éxito la próxima vez”.
El trumpismo ha corroído la institucionalidad de altos mandos y de exmilitares, varios de los cuales participaron en el intento de golpe al Congreso el 6 de enero.
Los generales Eaton, Tabuga y Anderson ponen un ejemplo claro de esa erosión institucional:
“Recientemente, y quizá más preocupante, el general Thomas Mancino, comandante general de la Guardia Nacional de Oklahoma, rechazó una orden del presidente Biden que ordenaba que todos los miembros de la Guardia Nacional fueran vacunados contra el coronavirus”.
Un desacato así, o un desacato a secas al comandante supremo, no es normal en un país con Fuerzas Armadas altamente institucionales. Y no pasó nada.
“El potencial de un colapso total de la cadena de mando a lo largo de líneas partidistas, desde la parte superior de la cadena hasta el nivel de escuadrón, es significativo en caso de que ocurra otra insurrección. La idea de unidades rebeldes que se organicen entre sí para apoyar al comandante en jefe ‘legítimo’ no puede descartarse”, advierten.
Proponen el siguiente ejercicio: “Imagínese comandantes en jefe en competencia: un Biden recién reelegido dando órdenes, contra Trump (u otra figura de Trump) que da órdenes como jefe de un gobierno en la sombra. Peor aún, imagine que los políticos a nivel estatal y federal instalen ilegalmente a un candidato perdedor como presidente”.
No son juegos de guerra, sino escenarios posibles, inimaginables hace un año. Bueno, casi.
Para este 2022 tendremos incremento de la polarización en el Congreso, por el obstruccionismo republicano –y la oposición interna– para que Biden llegue con las manos vacías a las elecciones intermedias.
Así las tiene, sin nada que ofrecer como éxito en beneficio de los ciudadanos: no ha concretado –ni lo hará, al menos no de ese tamaño– su vigoroso programa de infraestructura social.
Eso es más que una derrota política: cimbra a los sectores que se volcaron a las calles en 2020 en protesta por los abusos policiacos, la desigualdad de oportunidades, de ingresos, y de trato ante la ley.
Apoyaron a Biden. Se calmaron. ¿Por cuánto tiempo?
Están ahí, sin beneficios sociales.
En noviembre se eligen los 435 diputados de la Cámara de Representantes, 34 senadores y 36 gubernaturas. Seguramente los republicanos retomarán el control del Senado y, tal vez, logren mayoría en la Cámara baja.
Ojo, estos republicanos, en su mayoría son pro-Trump, no se parecen a los republicanos que conocimos en las décadas pasadas –brillantes casi todos–.
A las elecciones intermedias se llegará con más de un millón de muertos por Covid. Y sin posibilidades de doblegar la pandemia, porque casi el 40 por ciento de la población no se quiere vacunar.
El impacto de la pandemia en la economía no va a atenuarse de manera significativa, mientras no retroceda el Covid.
Millones de personas perdieron beneficios sociales.
Habrá impacto en las elecciones, y también en el ánimo de la población.
Un año rudo ha comenzado. Pero no se preocupe más allá de la cuenta, porque en lo político será mejor que 2023 y mucho mejor que 2024.