Ricardo Palomo Zurdo / The Conversation
El metaverso es el nuevo concepto que, probablemente, protagonizará el siguiente proceso evolutivo de la sociedad digital en la actual década.
El metaverso permite a los seres humanos superar las limitaciones físicas y temporales del universo real para adentrarse en nuevos e infinitos universos a través de avatares o proyecciones virtuales de las personas.
Los metaversos ya llevan años entre nosotros, pero últimamente se han hecho muy populares Decentraland, Sandbox, Cryptovoxels, Roblox o Earth2. Pero serán los metaversos de Meta (antes Facebook), Microsoft y Google los que popularizarán estos nuevos entornos virtuales, particularmente por su poder de mercado y por su clara orientación social o profesional.
Para estas grandes compañías tecnológicas el metaverso es un concepto clave en su estrategia de crecimiento a largo plazo, aunque son conscientes de que el desarrollo de un metaverso funcional y sin fisuras operativas requerirá varios años y solo será realidad a medio/largo plazo.
Es muy probable que el discurrir del metaverso describa una trayectoria inicial relativamente larga y lenta para, en un momento dado, experimentar un súbito desarrollo. Así ocurrió, por ejemplo, con los bitcoines (inicialmente inadvertidos) o con la telefonía móvil cuyo punto de inflexión fue la llegada del smartphone.
Dar el salto a los metaversos parece mucho más plausible tras la súbita e intensa transformación digital provocada por la pandemia, que ha revolucionado el teletrabajo y la inserción digital de muchos sectores de la población, antes reticentes o ajenos al cambio.
Comprar online o participar en videollamadas ha llegado a todas las edades y todos los estratos de población. Así, la transición desde la navegación en la web o las reuniones con pantalla cuadriculada hacia la experiencia inmersiva virtual será más natural y comprensible.
Aprendizaje inmersivo
Las salas de reuniones o las aulas virtuales en el ámbito educativo permitirán experiencias de trabajo y de aprendizaje equivalentes a los simuladores de vuelo de hace años. La escalabilidad de la formación en la mayor parte de las etapas educativas mediante realidad aumentada desplegada dentro de los metaversos –como se trabaja ya en algunas compañías– será el mejor modo de trasladar la praxis a los estudiantes, al tiempo que ayudará a transformar el modelo educativo.
El aprendizaje en un entorno inmersivo multiplicará la eficiencia del proceso y aumentará la concentración que, actualmente, resulta tan perjudicada por el intrusismo de la mensajería instantánea y las notificaciones de los dispositivos.
Para poder recrear experiencias tan inmersivas como intensas, se pueden utilizar los nuevos dispositivos ópticos y sensoriales (gafas de realidad virtual o realidad aumentada). La potencia de los dispositivos actuales permite experiencias con visión de 360 grados y creciente sensorización, aunque la mayoría de los usuarios todavía accede a los metaversos desde sus computadores personales o dispositivos móviles accediendo sólo a experiencias bidimensionales.
Metaverso convergente
Desde otro punto de vista, la popularización de los criptoactivos o monedas virtuales y otras innovaciones recientes en este campo, como los NFTs (non fungible tokens) permiten la agregación de capas de tecnología como blockchain.
En cierto modo, los metaversos parecen el entorno idóneo para la convergencia tecnológica. Así, la acreditación de la identidad de los usuarios o el registro de las propiedades digitales en ese nuevo universo virtual es terreno de gran interés para la tecnología de cadena de bloques.
También las técnicas de procesamiento masivo de datos (big data) permitirán a las compañías conocer el comportamiento, hábitos, gustos y tendencias de los avatares y, en consecuencia, de los correspondientes consumidores a los que representan. Esos consumidores podrán tener hábitos muy distintos en función de su vida en el entorno virtual o en el real. Esto puede llevar a muchos a trasladar su consumo del mundo real al virtual, en el que podrán ser quienes deseen ser.
Arte y metaverso
La inteligencia artificial amplificará los efectos y oportunidades de la vida en esos metaversos. La computación cuántica marcará una revolución digital que encontrará en los metaversos un entorno de trabajo idóneo. Mientras tanto, los artistas digitales, inspiradores, soñadores de mundos y diseñadores de espacios encontrarán un universo de oportunidades.
Será más fácil que nunca dar forma a los sueños y a la imaginación. La industria del entretenimiento vivirá una verdadera disrupción, al igual que el comercio o la industria financiera. La política también se desarrollará en estos nuevos entornos y, consecuentemente, las guerras tecnológicas y las ciberamenazas serán incómodos protagonistas.
Sin duda alguna, el metaverso es la nueva fase evolutiva de la navegación en internet. Es la evolución desde la internet pasiva y “plana” a la internet interactiva y sensorialmente espacial.
En los metaversos la vida social y laboral será un componente esencial y cotidiano, como ha ocurrido con las redes sociales en la última década.
Avatar y ciudadano
Todavía estamos en las primeras fases de la curva de adopción del metaverso, así que la incertidumbre es considerable. Sobre todo porque su concepto y trascendencia no representan una propuesta de valor perceptible para la inmensa mayoría de la población mundial. De hecho, la palabra metaverso solo forma parte de la jerga coloquial de una minoría de personas en términos relativos de población; y son aún menos los que realmente están interactuando en los diversos metaversos.
Todo se vislumbra fascinante pero también controvertido. El ser humano parece divinizarse creando sus propios mundos, aunque sea en el espacio virtual, habitados por avatares que representan a personas reales. Por ello, es fundamental valorar cuestiones morales, éticas y filosóficas.
La ciudadanía virtual y la avatarización de los individuos requiere supervisión y cierta dosis de protección, especialmente para los más vulnerables. Algunas de las empresas creadoras de los metaversos, conscientes de los riesgos reputacionales, aseguran que protegerán los datos de sus usuarios, aunque reconocen el verdadero reto de velar por la privacidad y el control ético de estos nuevos espacios aún por descubrir.
Metaverso y consumo
La faceta económica de los metaversos tendrá un claro protagonismo. En los últimos meses se han realizado transacciones que no dejan de asombrar: un avatar compró un yate virtual por 650 000 dólares. La empresa Republic Realm compró una parcela por 4,3 millones de dólares en el metaverso Sandbox. En Decentraland se vendió un local virtual de 560 metros cuadrados digitales por 2,4 millones de dólares. En Fortnite o Decentraland se desarrollan conciertos de reconocidos cantantes.
Con el metaverso se desarrollan sistemas monetarios paralelos a los del mundo real mediante monedas virtuales. Se compran parcelas digitales, casas, vehículos y ropa pues también allí se querrá aparentar estatus social y poder adquisitivo.
Bajo este planteamiento, los metaversos pueden asemejarse a un plan de escape desde el limitado, controlado, regulado y garantista espacio terrenal hacia un nuevo espacio inexplorado que hay que construir (pero que también ofrece espejismos).
Uno de los principales riesgos de los metaversos puede ser la obsesión por llevar vidas utópicas, con un progresivo alejamiento de la realidad y una posible inmersión irreversible para algunos.
El metaverso es una nueva manifestación de una sociedad digital que está aún sus albores.
Ricardo Palomo Zurdo, Catedrático de Economía Financiera, Decano en Universidad CEU San Pablo y Director de CEU Digital, Universidad CEU San Pablo
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.